El petricor que regala la lluvia, y ver el lento curso de las gotas sobre el vidrio de la ventana. El cielo reflejado en el espejo que se forma en los apacibles lagos. El café y su aroma temprano, susurro despertador de buenos días. La nariz fría, las cosquillas de bigote y el ronroneo de mi gato sobre mi pecho. La fragancia de ropa limpia secada al sol y la tibieza que te deja al tacto. El fulgor de las estrellas, vibrando en lo alto en noches despejadas, y mi juego de adivinarles. El candilazo en el cielo, paleta de colores de pintores celestes. El oriente y poniente del sol a todo esplendor, y cómo sus rayos transforman todo. Olor a salitre y mar, y la manera en que las olas cantan acompasadamente. El arrullo del viento al mecer las hojas de los árboles. Y aunque él no lo sepa, amo los hoyuelos en sus mejillas, como pocitos felices, acompañantes de esa mueca torcida de sonrisa traviesa. Pestañas rizadas, ojos almendrados y el mechón de cabello que cae ligeramente sobre su frente, cual cortina que resguarda pensamientos. Entonces, se aparta de mi vista, y me despierto del ensueño de inventariar mis simples goces.
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