Átame con una hebra de tus cabellos
sujétame por las muñecas,
con fuerza,
y llévame contigo como a un prisionero de guerra.
Hace tiempo que me rendí.
Mi bandera blanca lleva rato ondeando al viento,
porque perdí las fuerzas,
ya no hay resistencia.
Si lo deseas, líame a ti,
con un abrazo que me asfixie
y rómpeme los huesos de golpes contra tu cuerpo.
Cualquier tortura será bien recibida,
el dolor lo asumo con vehemencia,
con un extraño orgullo de guerrero vencido
pero satisfecho por la batalla enfrentada.
No me des alimento,
ni me des de beber
porque ya estoy satisfecho con el sabor de la muerte cercana
y saciado con la humedad de la sangre en mi boca.
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