Alea iacta est

 




Arcano de la luna

presagia que

lo oculto

será revelado.

Y cierro

los ojos

con fuerza

para que no vean

mis secretos.


Dos perros

ladran

amenazantes

a la blanca esfera

que de perfil

les mira

sin temor.


Un escorpión

emerge

de las entrañas

de la tierra

dispuesto

a punzar

mi descuido.


Ahora,

sobre la mesa

un caballo

negro

y un caballo

blanco

tiran de un carro.

Izquierda,

derecha,

no saben

a dónde ir.


Soy el que porta

el cetro

pero no tengo

las riendas,

no tengo

el control.

Decisiones

que tomar,

encrucijadas,

bifurcación.

La guerra

interna

con el Yo.


El samsara,

rueda de la fortuna

me regala

esperanzas.

O es el destino

reclamándome

sus designios.


En la cima

me mira la esfinge,

con su espada

apuntando

al cielo

cual promesa.

Dos monos

trepan la rueda,

uno sube,

otro baja.

Es el vaivén

de mi vida.


Por último,

el hombre

que mira 

al horizonte

con su mochila

al hombro

llena

de sueños.


Danzante

va

ingenuo

directo

al vacío,

mientras un perro

le ladra

alertándole

del peligro.


Es la carta

sin número.

Es el principio,

el fin.

Es el loco

impávido,

confiado

de su suerte.

Igual que yo.

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