De los afluentes de un gélido río le vi nacer. Espuma diluida, ácida y efervescente. Grácil danza de alados recuerdos gotean sobre la orilla triste. El lodo le unta al paso de aquel que transita sus bordes. La lluvia de otrora apenas es el recuerdo de un breve suceso que desbordó sus caudales. Las rocas inmóviles ansían su regreso de la vastedad del mar que le consumió sediento. Su alma taciturna, vaga errante, disuelta, entre las corrientes internas de infinitos océanos. Las desiguales nubes, le sirven de sutil capa, que le esconden del sol que le acosa con secarle. Muy pocos han absorbido de su alma cual savia, por temor a anegarse en sí mismos. Al final de los días, muy pocas bocas ansiarán beber de sus aguas, cual raíces hambrientas.
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